No importa si llevas tiempo en este sector de la Tecnología o si estás acercandote por primera vez. La transformación digital es un hecho. Todo el mundo habla de ella.
Todas las organizaciones están invirtiendo en su estrategia digital, empleando miles de profesionales para ello. Si preguntáramos a una selección de estos miles ¿Qué es la transformación digital? posiblemente obtendríamos respuestas muy dispares.
La irrupción de la Informática
No hace tanto tiempo -el suficiente para que los más jóvenes no se acuerden- llegaron los primeros ordenadores a las empresas en España.
Un antiguo presidente de una empresa cotizada del IBEX me contaba que hicieron una gran inversión en la compra de equipos informáticos allá por 1987 o 1988 sólamente para darse cuenta que no había nadie en la fábrica que supiera usarlos.
En no pocas ocasiones, las organizaciones se subieron al carro de la informática más por moda que por necesidad. Sin embargo, la moda fue calando y en pocos años no había una empresa en la que todos los empleados no tuvieran un ordenador para realizar su trabajo diario.
En 1987 mi padre aquirió un Amstrad 1512 con 512Kb de memoria y sin disco duro que dió 11 años de servicio y en el que por primera vez tuve la oportunidad de enfrentarme a retos con LOGO y QBasic -además de darme la oportunidad de probar todos los juegos de la época-. Aprender fundamentos de programación fue algo que cambiaría mi vida para siempre.
Pertenezco a la ultima generación de la historia que sabe que es vivir sin internet.
Los departamentos de informática empezaron a crecer al mismo tiempo que decrecían muchos trabajos manuales, como el de los contables, los administrativos o las secretarias de dirección. Un nuevo mundo se abría.
Por primera vez éramos capaces de analizar datos rapidísimamente, escribir textos fácilmente editables o hacer consultas a bases de datos de clientes estando a cientos de kilómetros de distancia. Había comenzado una nueva era, una en la cual el conocimiento era más valioso para la gran mayoría de la fuerza laboral que la capacidad manual de hacer determinadas tareas.
Negocio e IT se separan
El departamento de informática, estratégicamente situado lejos de la vista de los transeuntes -lleno de monitores y teclados viejos- recibía cada vez más peticiones para hacer cosas más y más complejas.
Ya no se trataba de informatizar pedidos, sino de automatizar todo el proceso de pedido. Más tarde el de producción. Y todo mientras se actualizaban los balances y las cuentas de resultados sin necesidad de un contable.
Durante los 90, a informática se le dió un nuevo nombre: Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). El trabajo ya no consistía en el mantenimiento de equipos o la entrada de datos, sino que también incluía redes, servidores y programación. Eso provocó un importante crecimiento en el personal dedicado a esta labor.
El departamento se mudó a otra planta, o incluso a otro edificio y se contrataron directores y ejecutivos que se aseguraran que todas las peticiones salían adelante. Los informáticos eran gente extraña, siempre ponían problemas a todo.
Al abrigo de este crecimiento emergió un nuevo tipo de compañía de servicios, la que proporcionaba apoyo técnico a organizaciones que ya existían para momentos puntuales o proyectos específicos de alta carga.
La premisa era la siguiente: No es necesario que contrates a todos estos ingenieros ya que una vez que completes tu proyecto no los vas a necesitar. Nosotros te proporcionamos el know-how, la fuerza laboral que necesitas y tu sigues en control de tu negocio. Era una propuesta de valor sólida.
OPEX y CAPEX
Al comienzo del nuevo milenio y con la burbuja punto com a punto de ser dinamitada, las compañías empezaron a mirar a sus balances buscando maneras de mejorar sus beneficios sin necesidad de reducir su competitividad.
Una nueva hornada de ejecutivos que habían crecido en los 70 y estudiado MBAs tomaba el mando para dar un nuevo rumbo a estas organizaciones. Lo primero que hicieron fue preguntar y profesores cómo hacerlo. Había una forma de incrementar los beneficios mágicamente.
Si tenemos una empresa y compramos un vehículo, no podemos deducir al gasto de la compra inmediatamente. Dado que le vamos a dar uso durante varios años, las normas contables exigen que cada año nos deduzcamos un poco de ese gasto, hasta completar la vida útil del mismo.
Cuando una compañía desarrolla una aplicación que le va a permitir gestionar sus clientes durante varios años, sigue el mismo procedimiento. Así que la inversión en los abultados departamentos de informática ni siquiera podía ser deducida como gasto, sino que había que amortizarlo en varios años, lo cual lastraba el beneficio. Este tipo de inversiones se denominan CAPEX.
¿Que ocurre si en lugar de comprar un vehículo pagamos un alquiler todos los meses por el uso de uno? Pues que esa operación pasa de ser inversión a ser gasto y entonces si que lo podemos deducir de forma inmediata. Lo que se conoce como OPEX. ¿Podríamos aplicar la misma lógica a nuestras aplicaciones contratando a una empresa externa que se encargara de nuestro personal y asi mejorar nuestros beneficios? Sí, podemos. Las empresas decidieron externalizar su personal a empresas de servicios y contrataron a esas mismas empresas para continuar desarrollando sus productos. Había nacido el outsourcing.
De aquellos polvos, estos lodos
Esta decisión -aparentemente- no tendría por qué tener un impacto más allá de incrementar el porcentaje de beneficios de una organización. Las empresas conservaron y contrataron Project Managers, especialistas dedicados a supervisar y asegurar que el gasto en TIC estaba bien gestionado. Y durante un tiempo, fue bien.
Sin embargo, tuvo un efecto colateral. Las organizaciones dejaron de conocer las entrañas de sus sistemas y aplicaciones, ya que los que tenían ese conocimiento ahora trabajaban para otros.
La capacidad de negociar se veía mermada. ¿Cómo puedes pedirle algo a quien tiene el verdadero control de tu negocio?
Esta situación provocó que durante años se dedicara poca inversión a sistemas ya obsoletos y que muchas organizaciones fueran totalmente inconscientes del impacto que sus sistemas y aplicaciones tenían en la gestión del ciclo de vida de sus clientes. A pesar de ello, como el mercado estaba dominado por grandes monopolios y oligopolios, no era necesario ser más competitivo que el resto sino al menos tan competitivo como el resto. Y todos hacían lo mismo.
Llegó la crisis
En España y latinoamérica, la crisis financiera del año 2008 impactó con fuerza. La situación histórica de los paises de habla hispana provocó que les fuera mucho más difícil sobreponerse a la crisis que a los anglosajones.
En España no se habló sólidamente del final de la crisis hasta el año 2016. Durante todo ese tiempo, todas las empresas habían recortado a causa de -o usando como excusa- la crisis.
Cuando los presupuestos empezaron a fluir de nuevo hacia el interior de la organización el panorama había cambiado. Los osos despertaban de su letargo para darse cuenta que el bosque que antes conocían ya no les era familiar. Mientras ellos dormían, una generación nueva -los millenials- había tomado el relevo y estaba dándoles a sus clientes lo que necesitaban más rápido, mejor y a una fracción del coste.
Los sistemas obsoletos, en los que se había ahorrado al máximo durante años, hacían que cualquier cambio tomara meses. Mientras, cualquier startup era capaz de implementar esos cambios en minutos. El problema no era tecnológico -o al menos, no sólamente tecnológico-.
Darle la vuelta a esta situación suponía darle la vuelta a todo: Personas, trabajo y tecnología. Si lo pensamos detenidamente, es darle la vuelta a organizaciones que lo que mejor saben hacer es hacer que su manera de trabajar prevalezca y expulsar a todo aquel que no esté contento con el statu quo.
El reto es aceptar que la tecnología ha dejado de ser un centro de coste o algo que mejora nuestra propuesta de valor para abrazar el hecho de que la tecnología es nuestra propuesta de valor. Todo lo que hemos hecho hasta ahora, lo que nos diferenciaba, ya no vale.
Ha llegado la hora de que todas las organizaciones sean tecnológicas.
No hay bancos, hay tecnológicas con licencia bancaria. No hay electricas, hay tecnológicas que operan en el mercado energético. No hay hoteleras, hay tecnológicas que operan en el mercado turístico.
Esto es la transformación digital.
Javier Martin De Agar Tirado dice
Muy bueno, creo que diferentes partes te lo he podido escuchar en diferentes formaciones y eventos. Una reflexión que siempre has hecho es la de que el CIO ha pasado de ser de «segunda» a ganar «poder» en la organización. Siempre tuve la duda de porqué tanta consultoría y la verdad que me la has despejado :)